ENTONCES ALICIA CAYÓ
Obra teatral de Mariana de Althaus
por Alberto Servat
Una habitación de hotel del hotel Wonderland. Una dramaturga intenta escribir una adaptación teatral de “Alicia en el país de las maravillas”. Para concentrarse en su trabajo se ha mudado allí, obligando a su hija adolescente a acompañarla.
Otra habitación en el mismo hotel. Un mujer a punto de cumplir los 41 años ha planificado una noche ardiente junto a su pareja. Su principal intención es embarazarse esa misma noche.
Una tercera habitación en el mismo hotel. Una pareja adulta, compuestra por un profesor de filosofía y una cantante de éxito, se enfrentan a la mayor crisis conyugal que les ha tocado vivir. Él se ha enamorado de una alumna, que además está embarazada, y ha decidido divorciarse.
Son las historias que componen el universo de “Entonces Alicia cayó”, la nueva obra de Mariana de Althaus, ganadora del Tercer Concurso de Dramaturgia Peruana y que se presenta en el teatro Británico de Miraflores. Se trata de un montaje muy cuidado: elementos precisos sobre el escenario, iluminación adecuada, un vestuario correcto (aunque sin una propuesta más allá de lo cotidiano) y algunos efectos visuales y de sonido.
El escenario de Mariana
En su nueva obra, la dramaturga y directora Mariana de Althaus pareciera querer abarcar todos los problemas femeninos que ya ha tocado en sus obras previas. Y por ello percibimos una sucesión de lugares comunes sobre temas como la maternidad, la menopausia, la infidelidad o la incapacidad de comunicarse con los hijos. Todo tratado con un tono habitual en su pesimismo, sin mayor ingenio. Con sinceridad pero sin contundencia. Allí tenemos al viejo intelectual que deja a la esposa de toda la vida por una alumna joven; a la mujer de 40 años obsesionada con concebir pese las negativas de su pareja; a la madre intelectual totalmente equivocada a la hora de acercarse a su hija adolescente. Pareciera que no hay nada nuevo sobre la escena.
Pero esa primera percepción es errada. En el escenario sucede algo diferente. Porque del mismo modo que el argumento se sostiene en temas expuestos una y otra vez, la dramaturgia se ejecuta con tan buen oficio que despierta nuestra curiosidad por lo que sigue. Por ese hilo conductor que la autora nos tiende.
De pronto, las tres historias comienzan a desarrollarse con buen ritmo y interactuar en los momentos precisos, centrándose ya no solo en anécdotas aisladas sino creando un verdadero universo dentro de esa habitación de hotel (que en realidad son tres aunque solo veamos una).
Un ejercicio dramático más convencional habría llevada a la autora a presentarnos, tal vez, una obra en tres actos con las historias desarrolladas de manera independiente. Pero no habría bastado porque el verdadero epicentro de emoción y expresión es el escenario sobre el que convergen, al mismo tiempo, las tres historias.
Y allí está el mayor acierto de la obra, en el uso de la escena. Algo que muchos dramaturgos olvidan en beneficio de la palabra, las ideas o incluso los personajes. El protagonista de una puesta teatral debería centrarse en el espacio sobre el que esta sucede. Y Mariana de Althaus se encarga de hacer de ese escenario el eje sobre el que se desarrolla el drama, la comedia y también la tragedia humana que nos presenta. De pronto, la madre cobra vida en su desesperación por acercarse a su hija. Y la intensidad de la mujer que quiere concebir resulta irónica, hasta ridícula, pero muy real. Algo diferente sucede con la cantante que está siendo abandonada, ella mantiene su perfil histriónico porque su naturaleza es así y, probablemente, debido a ello es que su matrimonio fracasa.
Esa convergencia de emociones en tres historias aparentemente independientes le confiere a la obra una dimensión humana única. Es cierto que los problemas expuestos son lugares comunes. Pero lo son como tanto como las propias emociones humanas. Lo interesante está en ese intercambio de lugares que los personajes parece que asumirán, aunque solo lo hagan por instantes. Eso le da al drama un toque humano conmovedor que para nada nos distrae de nuestro principal interés: ver teatro. Y lo vemos en esta obra.
El escenario de Alicia
Y dónde está la Alicia de Lewis Carroll en todo esto? Ignoro las razones de Mariana de Althaus para convertir a la heroína del cuento infantil en la inspiración de su trabajo. Y al parecer la autora no quiere entrar en detalles al respecto porque así lo repite dentro del mismo texto de la obra. Como si se adelantara a la preguntas y elucubraciones al respecto. Aceptamos su posición, aunque ello no nos impide hablar sobre el tema.
Observando con atención la obra, Alicia es útil como referente de la mujer-niña incapaz de encajar. Su viaje al país de las maravillas es involuntario y los problemas que allí enfrenta son parte de una pesadilla y no precisamente de un buen sueño infantil. Entendemos que esa es la lectura que ha hecho Mariana y que por ello identifica a la idealizada Alicia con todas las mujeres, sean estas intelectuales, artistas o simplemente una esposa con ansias de ser madre. Por eso las referencias inmediatas al cuento: el conejo, siempre presente, y la puerta pequeña, resultan encantadoras en la escena.
El cuadro del conejo blanco es espectacular en términos dramáticos. Basta su presencia, dominando el escenario durante toda la obra, para entenderlo. Por ello no encuentro mayor utilidad en la animación y en las frases que pronuncia. Ya colgado en la pared cumple a plenitud con su cometido. Y la puerta, nos remite de inmediato al tema de encajar o no. O eres muy grande o eres muy pequeña. Como las mujeres de la obra frente a las situaciones que atraviezan.
Tres Alicias, hasta cuatro
“Entonces Alicia cayó” cobra vida cada noche en el teatro Británico no solamente gracias a la pluma de Mariana de Althaus o a la eficiente producción que ha hecho posible este montaje, sino también a tres actrices que suben a escena para interpretar a sus respectivos personajes. Cada una de ellas lo hace entregando mucho de sí y desnudando, en gran medida, esa parte de Alicia que les toca vivir. Sofía Rocha, Ana Cecilia Natteri y Vanessa Saba son tres actrices muy diferentes en sus registros. Y el temor inicial al verlas sobre un escenario en el que tienen que interactuar en realidades paralelas casi sin tocarse podía resultar disparatado. Pero la controlada dirección ha hecho posible que esos estilos puedan desarrollarse sin resultar chirriantes el uno con el otro. Y aunque por momentos pareciera que estamos frente a tres obras diferentes (o a tres montajes diferentes de la misma obra) el universo propuesto por la obra misma termina integrándolas.
Vanessa Saba luce vulnerable y poco segura, en la medida que su Alicia se lo exige. Es una elección correcta porque resulta más efectiva cuando duda y muy real cuando las cosas no salen de acuerdo a los planes de su personaje. Paul Martin le da la adecuada réplica: desinterasado, aburrido, incapaz de conectarse con ella.
Siempre efectiva, Ana Cecilia Natteri imprime nervio e ironía al cuento. No solamente porque tiene las frases más ocurrentes sino porque el histrionismo de su personaje, la cantante Alba, le confiere las notas más agudas a toda la historia. Se desenvuelve en escena con tanta seguridad que difícilmente la imaginamos fuera de ella. Carlos Mesta interpreta a su marido con cierta inseguridad inicial pero convincente cuando la verdad sale a la luz.
Sofía Rocha interpreta a Daniela, la dramaturga dentro del drama. Sabe imponerse en este “país de las maravillas” como lo hace el mejor barítono al apoderarse de una ópera escrita para un tenor. Su voz cubre cada rincón del teatro, fraseando como si se tratara de una gran tragedia o de la voz en off de un viejo melodrama. Y todo ello sin perder contacto con el resto y con la verdad que sabe imprimir en su personaje.
Sus mejores momentos los tiene cuando interactúa con la cuarta Alicia de la obra: Patricia Barreto. Una joven actriz que tiene una excelente oportunidad de entrenamiento en esta obra. Es la adolescente del cuento, el personaje lleno de dudas y carencias, pero con cierta sabiduría que solo la inocencia se puede permitir. Más lugares comunes, diríamos, pero efectivos como en el resto de “Entonces Alicia cayó”.
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“Entonces Alicia cayó”, de Mariana de Althaus. Teatro Británico de Miraflores, Jr. Bellavista 527, Miraflores. De jueves a lunes a las 20 horas. Hasta el 12 de setiembre.