sábado, 31 de julio de 2010

Unas palabras sobre "Extras"




Por Alberto Servat

Aunque "Extras" salió de nuestra cartelera hace unas semanas no puedo dejar de hacer algunos comentarios sobre un trabajo impecable e inesperado. Dirigida por Alberto Ísola y protagonizada por Giovanni Ciccia y Sergio Galliani, la obra es una adaptación de "Stones in His Pockets", de Marie Jones. Una sátira sobre el mundo del cine en donde dos actores interpretan a todos los personajes, incluyendo a las vacas que pastan cerca del rodaje.

Historia de un rodaje

"Stone in His Pockets" se enfocaba en las vivencias de dos extras locales durante el rodaje de una película de Hollywood en Irlanda; en "Extras" el escenario se traslada a México. De manera que la mayor parte de las bromas y ocurrencias han sido totalmente transformadas para calzar con la idiosincracia azteca o, dicho de manera más amplia, latinoamericana. Una buena adaptación a cargo de la mexicana Sabina Berman porque acerca la obra a nuestras audiencias, permitiendo una mayor identificación pese a ciertos clichés que aparecen inevitablemente.

Clichés que dan pie a varias de las mejores bromas de una obra que presenta enormes desafíos pese a su aparente sencillez. No requiere escenarios elaborados (tal vez el ecran debió ser utilizado un poco más), tampoco un vestuario excesivo, ni siquiera un reparto muy amplio pese a la variedad de roles. Su principal dificultad es encontrar a los artífices ideales para hacer que un texto tan divertido no resulte caótico, ni exagerado, sino perfectamente creíble dentro del universo que plantea.

Y es justamente esa exigencia principal, la necesidad del equipo artístico ideal, la que se cumple sobre el escenario del teatro Mario Vargas Llosa de la Biblioteca Nacional. Alberto Ísola, hombre de teatro de la cabeza a los pies, saca lo mejor del texto y consigue que sus actores se desliguen de sus propias personalidades escénicas para convertirse casi en animaciones de acuerdo a las exigencias de la obra. Al plasmar sus ideas en tal dupla de actores, Ísola consigue un resultado muy logrado. Casi un ballet de precisión en el que Sergio Galliani y Giovanni Ciccia unen esfuerzos con el fin de entregar un trabajo limpio, pulido, armonioso. Y si en obras anteriores los dos actores habían dejado en claro el nivel de química que pueden lograr juntos, en esta ocasión se superan a sí mismos. Basta recordar el momento de las vacas, la más disparatada de las situaciones, cuyo lirismo es a la vez tremendamente gracioso y artísticamente sorprendente.

"Extras" es un ejercicio que, más allá de las risas, nos permiten ver un teatro maduro, finamente realizado, apoyado en el entusiasmo y las ganas, pero sobre todo en el talento.


lunes, 26 de julio de 2010

La Jaula de las Locas





Por Alberto Servat


Hasta el momento la carrera de Juan Carlos Fisher como director de teatro ha mostrado dos claras facetas: por un lado, la del director comprometido con el teatro contemporáneo, atento a los nuevos autores y especialmente interesado en obras pequeñas con contenidos fuertes; del otro lado, su pasión por el gran espectáculo y los musicales lo ha llevado a emprender retos mayores en cuanto a inversión (y ciertamente también en términos de lucimiento).


Sin duda la primera faceta ha sido hasta el momento la más interesante y satisfactoria. Fisher dejó en claro casi desde su debut su buen manejo de los espacios claustrofóbicos, de las situaciones extremas y de los personajes expuestos a extremos emocionales. Menos balanceados fueron los resultados en los grandes espectáculos, principalmente por las dimensiones de estos que muchas veces exigieron ensamblar repartos muy amplios, no siempre armónicos, con talentos provenientes de diferentes campos cuya química no siempre resultaba adecuada.


Esto no sucede con "La jaula de las locas" (La Cage aux Folles), de Jerry Herman, que es hasta el momento su musical más logrado y que se inscribe también en el espacio más personal de sus creaciones.


Jaula privada


A primera vista "La jaula de las locas" sigue la línea de los musicales frivolones que tanto nos gustan de Broadway. Una anécdota divertida, un coro de baile exigente, estrellas en el reparto y buen humor, sobre todo mucho humor. Eso en apariencia. Fisher es suficientemente inteligente y sensible para encontrar en el texto de Harvey Fiersten (a su vez basado en la obra de Jean Poiret) elementos que lo conectan con un teatro más sentido. Allí está la clave para hacer de este gran montaje un cuadro emocional fluido, íntimo y honesto.


Así, la historia de una pareja mayor de homosexuales, adquiere especial relevancia y deja de lado el entretenimiento superficial para entrar en un terreno más comprometido.


Lo curioso es que ese efecto se deja sentir en todos los espectadores, más allá de sus convicciones o puntos de vista sobre la homosexualidad. Justamente, cuando en Argentina se aprueba la ley a favor del matrimonio gay, "La jaula" sin plantear debate alguno convence a la audiencia sobre la validez del amor más allá del género, también sobre la estructura de la familia sin importar si se tiene dos padres o dos madres. Lo que está en juego, y la obra es totalmente persuasiva al respecto, es la integridad moral del individuo.


Plumas y lentejuelas


El espectáculo que ofrece "La jaula de las locas" es muy completo. Sitka Semsch tiene a su cargo un vestuario que sin ser espectacular es adecuado e imaginativo (las plumas negras, las batas de Albin). La escenografía, bastante adecuada en la mayor parte de la obra, es trabajo de Pablo Flores-Guerra y Manuel Nicolini. Y la orquesta, bien en todo momento, se encuentra bajo la dirección de Jaime Bazán.


Por supuesto es el cuerpo de baile, llamado Las Cagelles, compuesto exclusivamente por hombres, la mayor atracción de la obra. Bajo la coreografía de Raúl Romero, de la compañía D1, los bailarines ofrecen lo mejor de sí en momentos de extrema prueba física, como es el Can-Can. Sin embargo no todos los números son tan convincentes. Sobre todo la presentación de Las Cagelles al comienzo de la obra, con movimientos tímidos, ordenados es verdad, pero que no tienen la audacia necesaria para ese primer impacto que el espectador debe llevarse. Felizmente a medida que avanza la obra el baile se intensifica y obtiene mejores resultados.


Georges, Albin y todos los demás


En cuanto a los talentos individuales, Fisher ha ensamblado con mucha precisión el elenco. En términos generales el trabajo es muy logrado, obteniendo un nivel balanceado que no encontramos en "La gran comedia romana", por ejemplo. Todos cumplen con precisión: Gianella Neyra en su interpretación de Jacqueline es el sueño de mujer de todo gay; Bruno Ascenzo y Gisela Ponce de León ponen frescura y convicción en dos de los personajes más reales del cuento (ojalá todos cantaran como Gisela); incluso en sus breves papeles, Carlos Cano y sobre todo Katia Condos, son especialmente divertidos. En cuanto a Rómulo Assereto como Jacob, el mayordomo, hace una creación propia, desligándose de otras interpretaciones del mismo personaje, manteniendo los clichés es cierto, pero inyectando vigor y personalidad propia.


Pero la obra les pertenece enteramente a Diego Bertie y Carlos Carlín. Ambos dejan mucho más que un buen trabajo en el escenario. Bertie interpreta a Georges, maestro de ceremonias de 'La Cage', y buen padre y esposo de su peculiar familia. Hace tiempo que no encontraba a Diego tan dueño del escenario como en esta ocasión. Se transforma en un showman para convertirse en nuestro anfitrión en el espectáculo y abrirnos las puertas de un mundo diferente. Aplomo, soltura, buen desempeño musical que llega a emocionarnos en la canción del malecón o en "Míralo ahí" (Look Over There).


Carlos Carlín logra otro acierto en su carrera. Pero mientras que en "La gran comedia romana" era el espectáculo en sí mismo, aquí comparte en igual de condiciones el protagonismo del show. Y sabe compartir. Su Albin/Zaza es un personaje difícil por sus características físicas y emocionales. Sin la debida preparación podría resultar la peor caricatura del homosexual travesti. Pero aplicando la carga de los sentimientos que conlleva como ser humano el resultado puede ser muy satisfactorio. Y Carlín lo logra. Musicalmente cumple sin ser cantante y como actor sabe asumir riesgos.


"La jaula de las locas", actualmente en el teatro Peruano-Japonés, es una de las mejores puestas en escena que hemos visto este año. Entretenimiento de comienzo a fin con una buena carga de emoción. Bien por Fisher, por su equipo, y por nuestro teatro.





viernes, 9 de julio de 2010

Pobre Superman, de Brad Fraser


Por Alberto Servat


Desde hace un tiempo la escena local se ve interesada en dramaturgias diversas, tanto en sus apuestas escénicas como en el tratamiento de una determinada temática. Y Jaime Nieto apuesta siempre por obras complejas, directas y que si fueran puestas en teatros masivos desatarían mayores controversias. En esta oportunidad vuelve a un texto del dramaturgo canadiense Brad Fraser. Pero de alguna manera “Pobre Superman” es un trabajo especial.


No se trata de una obra fácil pese a su aparente sencillez escénica. Tal vez por ello Nieto opta por una escenografía sencilla pero funcional, muy ligada a las condiciones que el escenario del centro cultural Juan Parra del Riego le ofrece, y se concentra más bien en el drama que sucede sobre la escena.


Y allí es donde se encuentra la principal virtud del montaje. En su audacia y valentía, que nunca van hacia el sensacionalismo, sino más bien que se prestan en cada instante a llevar íntegra la idea del autor a la audiencia. Esa audacia escenifica perfectamente el texto. Es el mensaje mismo, pese al desgaste que la palabra “mensaje” tiene a estas alturas dentro del arte.



Alonso Cano y Nicolás Galindo


“Pobre Superman” es una obra centrada en una determinada problemática: la vida homosexual a fines de los 80 y comienzos de los 90. Durante la epidemia del sida. Ese es el contexto en el que se desarrolla la acción. Pero el tema de fondo es bastante más actual: implica la aceptación de la diferencia, el amor propio, la búsqueda incesante de identidad y, claro, los sueños románticos que incluso los seres más realistas persiguen.


Los personajes del drama son una pareja de recién casados al frente de un pequeño negocio, un pintor en crisis de creatividad y sus más queridos amigos, un travesti con sida y una ejecutiva en busca del hombre ideal. Son ellos los seres humanos, tan reales y cercanos a cualquier realidad urbana occidental, quienes nos trasmiten la angustia del relato, y también sus alegrías, debilidades y aciertos.


Los diálogos son divertidos, como debe esperarse de Fraser, pero también conmovedores. Detrás de cada ironía hay un triste comentario hacia la condición humana que les toca vivir a los personajes. Y es ahí donde Nieto también acierta. En el equilibrio emocional que va creciendo hasta el clímax de la obra.


Hay ciertos anacronismos en la puesta en escena que me distraen. (No solo la ausencia de celulares o Internet, que habrían resuelto algunas situaciones, y que curiosamente afirman el contexto de la obra.) Sino las reflexiones individuales de los personajes al inicio de cada acto. Es cierto que la obra está escrita de esa manera pero el director podría resolverlo de otra. De esa manera no resultaría tan artificial y postiza con respecto al resto del desarrollo escénico.


A pesar de ello la acción transcurre con naturalidad, la mano de Nieto conduce el drama con buen ritmo, sin perder precisión en determinados momentos aunque habría necesitado de algunos actores más entrenados. No es que el reparto no se desenvuelva bien, sino que se trata de una obra compleja, donde los personajes evolucionan y esas transformaciones no son fáciles de conseguir si no se cuenta con los actores adecuados.


Alonso Cano, Maziel Álvarez y Laura Aramburú  


Las mujeres, por ejemplo, tienen aciertos parciales. Katia Salazar, como Violet, luce demasiado enojada desde el comienzo de la obra. De manera que su desarrollo nunca llega a conmovernos debido a que su registro no cambia. Es recién hacia el final de la obra, cuando la entendemos mejor y deja de ser un personaje unidimensional para ofrecernos alguna variedad de emociones. Por su parte, Laura Aramburú oscila entre la caricatura y el cliché que su personaje peligrosamente le propone. Es divertida, es cierto, y allí se siente a sus anchas. Pero en los momentos amargos hay poca verdad en su desempeño.


Maziel Álvarez como Shannon tiene las mayores dificultades porque es el personaje más vistoso. Y en ese personaje se encuentra la gran apuesta del director. La dificultad que impone nuestro medio al no ofrecer un abanico diverso de personalidades obliga a los directores por dos caminos: travestir a un actor entrenado o convocar a una personalidad como Maziel Álvarez. Nieto tomó la segunda alternativa. Bien por la apuesta, porque le confiere autenticidad a la obra. Pero si bien la desenvoltura de Álvarez nos hace reír en el primer acto, su desarrollo dramático en el segundo se debilita por la falta de un registro más íntimo. Su sufrimiento es artificial, poco sentido, no revela la riqueza que necesita Shannon en esas circunstancias. Además de los inexcusables problemas de dicción que comparte con algunos compañeros de escenario.



Nicolás Galindo y Maziel Álvarez 


Nicolás Galindo interpreta a Matt, esposo de Violet, y propietario del restaurante. Galindo es un actor joven, nuevo en la escena. Y tal vez esa sea su mejor ayuda para interpretar a su personaje. Porque tiene el entusiasmo para abordar a Matt frente al reto del restaurante y tiene también el desconcierto frente al despertar sexual que vive. De esa manera se incorpora con naturalidad a la obra y pese a un registro que no llega a ser lo intenso que debería, logra salir ileso de la prueba justamente por evitar excesos.


Y esa virtud la comparte con Alonso Cano, en el papel de David, el pintor. Pero en el caso de Cano no se trata de un recurso sino de una opción. El actor lleva ya un tiempo en escena y en esta ocasión ofrece un trabajo muy acabado. Y lo hace porque el registro histriónico es casi imperceptible en su mayor parte. La voz controlada, la ausencia de muecas (¡si todos los actores comprendieran el enorme logro que significa no hacer gestos faciales!) y la seguridad al caminar sobre la escena, hacen de su trabajo un logro especial dentro del montaje. Sus emociones no vienen del tono de voz ni de un movimiento corporal evidente. Hay un mayor conocimiento dramático y eso es justamente lo que hace de su personaje el más real y persuasivo del elenco.


“Pobre Superman”, de Brad Fraser, dirigida por Jaime Nieto, es una de las sorpresas de la cartelera teatral. Y pese a ciertas debilidades se trata de un montaje serio, correcto y muy audaz.


Centro Cultural Juan Parra del Riego. Av. Pedro de Osma 135, Barranco.

lunes, 5 de julio de 2010

Preludio presenta El Musical 2010

por Alberto Servat

No es la primera vez que Preludio nos ofrece una producción que a manera de revista presenta una selección de diversos números de obras musicales de Broadway. Ya lo había hecho anteriormente pero en esta ocasión se nota que, más allá del entusiasmo y las ganas de hacer un buen trabajo, hay un sentido profesional más riguroso y seguro. Lo que es lógico considerando el tiempo que la compañía lleva sobre los escenarios.

Hay que resaltar que en una época en la que el teatro peruano parecía interesarse únicamente en Shakespeare y el Siglo de Oro, en las grandes obras del pasado y en los clásicos, Denisse Dibós apostó por un género considerado frívolo y excesivamente gringo como para que alguna “mente brillante” le prestara atención. La apuesta de Denisse al frente de Preludio no solo funcionó, sino que se convirtió a su compañía en una productora sólida donde se han dado a conocer algunos de nuestros actuales talentos. Bien por todos ellos.

La obra

El Musical 2010 propone una sucesión de momentos musicales encadenados por una narración a cargo de Denisse Dibós. Ella es el hilo conductor que establece las razones de la inclusión de determinados números en el montaje. No sé si es realmente necesaria su presencia en este apartado, la verdad es que prefiero la ausencia de un narrador. Pero siendo objetivo, puede resultar más didáctico para un público tan amplio como el que acude al Teatro Segura. De manera que el narrador puede ensamblar los diferentes estilos, ideas e intenciones de cada momento.

En términos generales hay un buen trabajo sobre el escenario. El reparto es amplio y heterogéneo pero con un espíritu de cuerpo capaz de sacar adelante los retos que cada número musical ofrece. La dirección es de Jorge Chiarella, quien logra sacar adelante un espectáculo mucho más ambicioso de lo que podríamos haber esperado.

Los números musicales

On Broadway / Take Off With Us (de "All That Jazz"). Buen número de aperture. Ejecución limpia, tomando algunos riesgos, sobre todo a la hora de elegir un reparto no necesariamente adecuado a las circunstancias. Cuando se recrea un ballet de Bob Fosse hay que pensar siempre en las exigencias de todo tipo (incluyendo las físicas y estéticas por duras que sean estas) que plantea. El reparto de introducción de este espectáculo intenta sorprendernos y lo logra en cierta medida, principalmente porque sus bailarines no están entrenados en Fosse y su ejecución, cuidadosa y sencilla, no desentona con el homenaje.

West Side Story (de Leonard Bernstein y Stephen Sondheim). Muy correcta ejecución del cuerpo de canto y baile de algunos pasajes de uno de los mejores musicales provenientes de Broadway. La diversidad del elenco contribuye al efecto porque en cierto sentido le confiere autenticidad a la emoción. Punto a favor también es la coreografía, que si bien se basa en las creaciones de Jerome Robbins no intenta ser un calco. Lo que se agradece. Estos momentos nos permite ilusionarnos con la idea de un "West Side Story" posible para nuestro teatro.

Over the Rainbow (de "El mago de Oz") y Cantando bajo la lluvia (del filme homónimo): Ambas canciones provienen del cine, no del teatro. Y su inclusión me parece caprichosa y no aporta mucho al todo de la obra. No por la ejecución sobre el escenario, sino porque sus respectivos formatos corresponden a un medio expresivo diferente al espíritu mismo de la obra. Incluso la proyección de escenas del filme original no tiene sentido dentro de un espectáculo de este tipo. Rosana Fernández Maldonado interpreta con buen tono la canción que inmortalizó Judy Garland. En cuanto al despliegue de danza de Raúl Suazo y sus acompañantes en "Cantando bajo la lluvia" la apuesta se queda corta porque, claro, el original es Gene Kelly en el momento más famoso de su carrera. Tal vez a ello obedece que la apuesta interpretativa del director haya llevado a Suazo a parecerse más a Donald O'Connor, el divertido compañero del protagonista del filme.

Big Spender (de "Sweet Charity"). Un momento llevado a la escena con fino humor, excelente timing y, sobre todo, con el conocimiento adecuado de las propias limitaciones del repartir. Lo que permite un justo lucimiento de sus intérpretes.

The Sound of Music Mix. Siempre es emocionante escuchar en vivo las canciones de un musical tan emblemático como "La novicia rebelde" ("The Sound of Music"). Sobre todo sabiendo lo que significa para Broadway y también para Preludio. En escena resulta divertido y sentido este homenaje. Pero me parece que su ejecución en blanco y negro no es el más indicado. Y que, además, faltan niños en la interpretación de melodías que fueron compuestas para ellos.

Wicked: Sin duda se trata del momento vocal y dramático más satisfactorio del show. Al recrear una escena tan importante como "Desafiando la gravedad", Chiarella somete a las actrices y cantantes a una dura prueba porque no se trata únicamente de cantar o bailar recordando la obra original. Están representando una escena completa. Y es aquí cuando Gisela Ponce de León se descubre en todo su potencial como actriz y cantante a la vez. Es una pena que la producción no haya pensado en pintarla de verde. El personaje grita que así sea porque esa es la principal razón de su suerte. Pese a ello se trata de uno de los momentos que uno agradece en esta revista.

Superstar (de "Jesuschrist Superstar"). Musicalmente muy bien. Marco Zunino ofrece lo mejor que tiene como actor y cantante interpretando esta vez a Judas. Tiene aplomo, condición dramática, manejo de la escena. Pero la coreografía traiciona la esencia de la obra. Si ya se ha hecho un esfuerzo por recrear los ballets de Fosse y Robbins, Masías debió prestar atención a la esencia hippie del original "Jesuschrist Superstar" y ofrecernos un acercamiento más apropiado al verdadero fenómeno que ese musical significó en su tiempo. Su coreografía en este número no va más allá de lo rutinario, sin la energía que necesitaba,

Seasons of Love (de "Rent"). Al iguana que en el apartado "West Side Story", la diversidad del elenco y la energía imprimida en estos momentos musicales, nos hace pensar si no sería ya el momento de montar la obra completa en Lima.

In the Heights (de "In the Heights"). Buena ejecución, una de las mejores de la obra. Aquí los artistas de Vania Masías ofrecen lo mejor de sí mismos en un material reciente, contemporáneo, donde todo está muy bien dispuesto.

Maria (de "West Side Story") y Music of the Night (de "El fantasma de la opera"). Al igual que en el apartado de las canciones del cine, la inclusión de estas dos canciones para lucimiento lírico de Juan Antonio de Dompablo no me impresiona demasiado. Una voz alta, fuerte, competente, no basta para dar vida a estas composiciones que necesitan sobre todo una buena interpretación dramática.

Mamma Mia! Mix. Bueno, si algunos de los éxitos del nuevo Broadway me desagrada es "Mamma Mia!", que se limita a ser una recopilación de los éxitos de Abba. Pero debo reconocer que la apuesta por Denisse Dibós en este caso ha sido una de sus ejecuciones más acertadas del show. Divertida, sin pretensiones, Denisse nada como pez en el agua.

Spring Awakening Mix. Tengo sentimientos encontrados con respecto a este musical. No me gustó del todo en Broadway y la inclusión de algunas de sus canciones me deja frío. Sin duda están muy bien ejecutados pero resultan un tanto tristes en comparación al resto.

Anyone Can Whistle (de "Anyone Can Whistle"). Breve, muy breve este homenaje a Sondheim. La presentación del número prometía mucho más con Denisse al piano y Zunino como cantante. Pero solo interpretaron una canción.

Aquarius (de "Hair"). Buen final para la obra. Un tema emblemático que gracias a su naturaleza no condiciona ni encorseta a sus intérpretes. La dirección, la coreografía y el desarrollo sobre la escena le dan sentido de libertad y armonía, dos aspectos que la obra necesita para su ejecución.



(*) Los comentarios se refieren a la penúltima representación de la obra en el Teatro Segura, el sábado 26 de junio. De manera que el trabajo de Vania Masías sobre el escenario no es comentado. Solo su labor como coreógrafa.