Por Alberto Servat
Desde hace un tiempo la escena local se ve interesada en dramaturgias diversas, tanto en sus apuestas escénicas como en el tratamiento de una determinada temática. Y Jaime Nieto apuesta siempre por obras complejas, directas y que si fueran puestas en teatros masivos desatarían mayores controversias. En esta oportunidad vuelve a un texto del dramaturgo canadiense Brad Fraser. Pero de alguna manera “Pobre Superman” es un trabajo especial.
No se trata de una obra fácil pese a su aparente sencillez escénica. Tal vez por ello Nieto opta por una escenografía sencilla pero funcional, muy ligada a las condiciones que el escenario del centro cultural Juan Parra del Riego le ofrece, y se concentra más bien en el drama que sucede sobre la escena.
Y allí es donde se encuentra la principal virtud del montaje. En su audacia y valentía, que nunca van hacia el sensacionalismo, sino más bien que se prestan en cada instante a llevar íntegra la idea del autor a la audiencia. Esa audacia escenifica perfectamente el texto. Es el mensaje mismo, pese al desgaste que la palabra “mensaje” tiene a estas alturas dentro del arte.
Alonso Cano y Nicolás Galindo
“Pobre Superman” es una obra centrada en una determinada problemática: la vida homosexual a fines de los 80 y comienzos de los 90. Durante la epidemia del sida. Ese es el contexto en el que se desarrolla la acción. Pero el tema de fondo es bastante más actual: implica la aceptación de la diferencia, el amor propio, la búsqueda incesante de identidad y, claro, los sueños románticos que incluso los seres más realistas persiguen.
Los personajes del drama son una pareja de recién casados al frente de un pequeño negocio, un pintor en crisis de creatividad y sus más queridos amigos, un travesti con sida y una ejecutiva en busca del hombre ideal. Son ellos los seres humanos, tan reales y cercanos a cualquier realidad urbana occidental, quienes nos trasmiten la angustia del relato, y también sus alegrías, debilidades y aciertos.
Los diálogos son divertidos, como debe esperarse de Fraser, pero también conmovedores. Detrás de cada ironía hay un triste comentario hacia la condición humana que les toca vivir a los personajes. Y es ahí donde Nieto también acierta. En el equilibrio emocional que va creciendo hasta el clímax de la obra.
Hay ciertos anacronismos en la puesta en escena que me distraen. (No solo la ausencia de celulares o Internet, que habrían resuelto algunas situaciones, y que curiosamente afirman el contexto de la obra.) Sino las reflexiones individuales de los personajes al inicio de cada acto. Es cierto que la obra está escrita de esa manera pero el director podría resolverlo de otra. De esa manera no resultaría tan artificial y postiza con respecto al resto del desarrollo escénico.
A pesar de ello la acción transcurre con naturalidad, la mano de Nieto conduce el drama con buen ritmo, sin perder precisión en determinados momentos aunque habría necesitado de algunos actores más entrenados. No es que el reparto no se desenvuelva bien, sino que se trata de una obra compleja, donde los personajes evolucionan y esas transformaciones no son fáciles de conseguir si no se cuenta con los actores adecuados.
Alonso Cano, Maziel Álvarez y Laura Aramburú
Las mujeres, por ejemplo, tienen aciertos parciales. Katia Salazar, como Violet, luce demasiado enojada desde el comienzo de la obra. De manera que su desarrollo nunca llega a conmovernos debido a que su registro no cambia. Es recién hacia el final de la obra, cuando la entendemos mejor y deja de ser un personaje unidimensional para ofrecernos alguna variedad de emociones. Por su parte, Laura Aramburú oscila entre la caricatura y el cliché que su personaje peligrosamente le propone. Es divertida, es cierto, y allí se siente a sus anchas. Pero en los momentos amargos hay poca verdad en su desempeño.
Maziel Álvarez como Shannon tiene las mayores dificultades porque es el personaje más vistoso. Y en ese personaje se encuentra la gran apuesta del director. La dificultad que impone nuestro medio al no ofrecer un abanico diverso de personalidades obliga a los directores por dos caminos: travestir a un actor entrenado o convocar a una personalidad como Maziel Álvarez. Nieto tomó la segunda alternativa. Bien por la apuesta, porque le confiere autenticidad a la obra. Pero si bien la desenvoltura de Álvarez nos hace reír en el primer acto, su desarrollo dramático en el segundo se debilita por la falta de un registro más íntimo. Su sufrimiento es artificial, poco sentido, no revela la riqueza que necesita Shannon en esas circunstancias. Además de los inexcusables problemas de dicción que comparte con algunos compañeros de escenario.
Nicolás Galindo y Maziel Álvarez
Nicolás Galindo interpreta a Matt, esposo de Violet, y propietario del restaurante. Galindo es un actor joven, nuevo en la escena. Y tal vez esa sea su mejor ayuda para interpretar a su personaje. Porque tiene el entusiasmo para abordar a Matt frente al reto del restaurante y tiene también el desconcierto frente al despertar sexual que vive. De esa manera se incorpora con naturalidad a la obra y pese a un registro que no llega a ser lo intenso que debería, logra salir ileso de la prueba justamente por evitar excesos.
Y esa virtud la comparte con Alonso Cano, en el papel de David, el pintor. Pero en el caso de Cano no se trata de un recurso sino de una opción. El actor lleva ya un tiempo en escena y en esta ocasión ofrece un trabajo muy acabado. Y lo hace porque el registro histriónico es casi imperceptible en su mayor parte. La voz controlada, la ausencia de muecas (¡si todos los actores comprendieran el enorme logro que significa no hacer gestos faciales!) y la seguridad al caminar sobre la escena, hacen de su trabajo un logro especial dentro del montaje. Sus emociones no vienen del tono de voz ni de un movimiento corporal evidente. Hay un mayor conocimiento dramático y eso es justamente lo que hace de su personaje el más real y persuasivo del elenco.
“Pobre Superman”, de Brad Fraser, dirigida por Jaime Nieto, es una de las sorpresas de la cartelera teatral. Y pese a ciertas debilidades se trata de un montaje serio, correcto y muy audaz.
Centro Cultural Juan Parra del Riego. Av. Pedro de Osma 135, Barranco.
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