Aunque no es una directora de teatro quiero compartir en este blog la entrevista que hice a Lucrecia Martel a pedido del CCPUC, durante el Festival de Lima. No quiero parecer un fanático incondicional, pero desde hace un tiempo la considero una de las narradoras cinematográficas más interesantes que han aparecido en el mundo en los últimos tiempos. No es la primera vez que la entrevisto y debo confesar que en persona mantiene esa nota de seguridad, misterio y también fragilidad que percibí la primera vez.
Lucrecia Martel (Salta, 1966) se dio a conocer con "La ciénaga" (2001), su ópera prima. Luego confirmó su lugar como una narradora visual extraordinaria con "La niña santa" (2004) y "La mujer sin cabeza" (2008), obteniendo reconocimientos en diferentes festivales del mundo. Actualmente es considerada una de las cineastas de mayor nivel y ha formado parte del jurado en Cannes y Berlín. Vino a Lima invitada al Festival de Lima para ser parte del jurado de la Sección Oficial. "Siempre quise venir a este festival", nos cuenta. "Fueron muchas las personas que me había hablado de Lima y quería estar aquí. Luego surgió la oportunidad a último minuto y acepté de inmediato. La selección oficial es buenísima. Y cuando es buena la muestra es mucho más interesante ser jurado. Todavía no he podido ver mucho de la ciudad porque hemos vemos varias películas al día y no es fácil".
A través de tus películas veo un proceso creativo muy personal y que se ha ido transformando. "La ciénaga", "La niña santa" y "La mujer sin cabeza" sin duda son obras de una misma directora, pero hay un desarrollo interno y externo que las diferencian.
Es cierto que hay continuidad en las tres películas. Pero para mí cada una tiene su particularidad narrativa. Cada una presentaba un pequeño desafío. "La niña santa" era como un cuento derivado de "La ciénaga". Si recuerdas en "La ciénaga" hay unas chiquitas que cantan una canción frente a un ventilador. Pues en esa canción se originó la historia de "La niña santa". "La mujer sin cabeza" es una historia un poco más urbana, encerrada en la cabeza de una persona. Por eso, aunque la estructura narrativa puede ser parecida en las tres películas contextualmente son muy distintas.
Incluso hay propuestas visuales diferentes. A diferencia de "La ciénaga", "La niña santa", por ejemplo, se cuenta a través de una sucesión de planos muy pensados. Es más visual que emocional.
Tenía que tener la apariencia de los libros de cuento, que son como fijos. Tiene que ver también con la fragmentación de la mirada médica, que es muy segmentada sobre el cuerpo. Eso estaba impregnando toda la película.
En tus películas encontramos personajes muy especiales, no atractivos en los términos de la belleza convencional, sino que lucen muy sensuales. Ahí están actores Mercedes Morán, Carlos Belloso o María Onetto, que resultan tan seductores en tus películas.
Para mí, como directora, si no sientes cierta atracción por los personajes no puedes filmarlos. No sabes ni donde poner la cámara. Hay un dicho que lo repito siempre, si alguien no te ama no sabe sacarte una foto. Eso hace posible que el otro brille. En muchas películas te das cuenta de ello. Los directores no deseaban, no querían a sus personajes.
¿Cuando escribes el guión piensas en los actores?
En realidad no. Lo hago posteriormente.
Lo decía por algunos de los actores que has elegido. Mercedes Morán es perfecta en "La ciénaga" y en "La niña santa", no me imagino a otra actriz en esos papeles.
Es que es una actriz extraordinaria. La puedes llamar para cualquier papel y lo hará bien. Eso pasa con los grandes actores, que los puedes ver en cosas muy distintas y todo lo hacen bien. Sus cuerpos están hechos para esos personajes.
La religión está muy presente en tus dos primeras películas. No me atrevería a decir que estás a favor o en contra de la religión porque tus personajes viven su fe de una manera muy cotidiana. Es parte de sus vidas.
Es que toda religión es inherente a la enorme insatisfacción que da saber que uno se va a morir. Entre el nacimiento y la muerte tenemos que darle significado a ese período del medio. La religión cubre ese espacio. Pero el lugar en que se pone la iglesia católica excede lo religioso porque intenta regular las emociones, el cuerpo, etc. Excede sus atributos de misterio y espiritualidad. La educación religiosa que le enseña a los adolescentes que son parte de un plan divino te obligan a pensar que tienes una misión, un objetivo en tu existencia. En esa confusión entre descubrir tu misión y el despertar sexual sucede una mezcla muy alocada. Es el caso de "La niña santa". Descubrir el deseo y confundirlo con los designios de Dios.
En "La ciénaga" la narración tiene un tono que no deja de ponerme nervioso. Las sillas que se arrastran al comienzo, los árboles moviéndose con el viento, los niños jugando con machetes… Hay un suspenso contenido, como si la naturaleza fuera una amenaza.
Creo que la naturaleza no está ajena a la construcción del hombre. No creo que exista lo natural. No creo que exista algo que no está cargado de la intención del hombre. Porque somos así. Es la particularidad de nuestra especie. Darle sentido a todo. Puedes cambiar, ser contradictorio, lo que quieras. Pero siempre intentas darle sentido a todo. Cuando un director ve en la naturaleza paz, es porque él está en paz.
"La mujer sin cabeza" es una película mucho más hermética…
Yo pensé que iba a ser mucho más sencilla. Me llevé la gran sorpresa con la reacción de la gente frente a "La mujer sin cabeza". No puedes medir con precisión cuál será la reacción de la audiencia. Esa es una parte muy atractiva del cine. Uno hace películas porque las quieres compartir. Pero no prevés los movimientos emocionales del espectador. Si uno pudiera hacerlo sería un manipulador. Y hay un cine que se hace con ese objetivo. Pero no es lo que a mí me interesa. Me interesa conversar con el público porque de esa manera yo también recibo algo.
En ese sentido, ¿has replanteado tus películas tras conocer la reacción del público?
No en función de corregirlas. Pero sí para pensar en cómo veo el mundo. No es que quisiera reeditarlas, sino que examino cómo llegan mis ideas y propuestas a las diversas audiencias.
La recepción que han recibido tus tres películas te han colocado en un lugar de prestigio. ¿Cómo lo tomas?
Es imposible que no te halague. Es imposible que el reconocimiento de tus contemporáneos no te afecte. Pero una vez me dijeron que un insulto es tan violento como un halago. Y es verdad. Es imposible permanecer impasible frente a eso. Pero si eso no lo colocas bastante lejos de lo que te permite hacer las cosas, se convierte en una interferencia muy negativa. El compromiso que tiene una persona al hacer una película es compartir. En esa construcción el prestigio puede ser favorable o desfavorable. Mucha gente no ha visto mis películas porque cree que son muy difíciles. Basta que las películas estén colocadas en un lugar de prestigio para que no le interesen a mucha gente.
A estas alturas has recibido muchos premios y también te ha tocado elegir a los ganadores. ¿Qué significan estos reconocimientos?
Los premios no dicen nada de la calidad de una película. Quién se acuerda de los premios? Cuando pienso en "La aventura", de Antonioni, o "El silencio", de Bergman, no pienso si ganaron algún premio. Los premios forman parte de esa necesidad de posición intrínseca del mercado. Son necesarios para promocionar las películas pero no determinan la calidad.