Por Alberto Servat
Ricardo Darín (Buenos Aires, 1957) es probablemente el actor argentino más internacional de los últimos años. Nos visita en esta edición del festival para presentar dos de sus últimos trabajos, "Carancho", de Pablo Trapero, y la cinta ganadora del Óscar "El secreto de sus ojos". A propósito de su presentación en el Festival de Lima, el CCPUC me dio la oportunidad de entrevistarlo. La entrevista apareció en Vértigo, la publicación oficial del festival.
De dónde te agarras para darle vida a los personajes que interpretas?
Honestamente no lo sé muy bien. Yo tengo un proceso de aproximación a mis personajes que no es muy académico. No aplico un método estricto. Me baso no solo en lo intuitivo, sin también en observaciones, experiencias, en datos. Investigo mis puntos en común con el personaje o en su defecto cuáles son las cosas que me distancian de él. Cuando quedan delineadas las cosas que me acercan y me alejan, empiezo a establecer un rango de movilidad. Allí intento averiguar qué piensa, cuál es su posición frente a algo determinado. Luego vienen los detalles: cómo camina, cómo respira, etc. Siempre trato de encontrar esa aproximación de adentro hacia afuera. Hoy leí una entrevista a Isabelle Huppert, que estuvo el año pasado en este mismo festival, en la que decía que ella construía a sus personajes de afuera hacia adentro. Y eso demuestra claramente que hay diferentes caminos de aproximación a un determinado personaje. Y todas son válidas en la medida que te sirvan y que le sirvan a las intenciones del director.
Ya que mencionas a Isabelle Huppert, cuando la entrevisté el año pasado siempre se refería a sus personajes en tercera persona. Era muy dura con algunas de ellas. Tú también disfrutas al interpretar personajes que no te gustan?
Los personajes que más me gustan son los que siento que están más alejados de mí. Es un desafío. Me encanta componer a los verdaderos hijos de puta. Porque contrariamente a lo que se pueda pensar creo que los verdaderos hijos de puta son aquellos a los que no se les nota lo negativos que pueden ser. Son aquellos que logran ser verdaderamente dañinos porque los dejamos acercarse tanto que logran sus propósitos. Si pudiéramos visualizar a un verdadero inescrupuloso difícilmente dejaríamos que se nos acerquen. Esos son los personajes que más adrenalina me producen. Lo que no significa que produzca satisfacción en términos humanos. Lo que más me importa no son los personajes, es la historia en sí. Si el personaje está al servicio de una historia que me parece valiosa, mi obligación es tratar de plantar uno de estos personajes en toda su dimensión. Son personajes que tiene además muchos matices. Yo creo que los verdaderos malandros no se levantan pensando en lo hijos de puta que son. Generalmente están aferrados a un andamiaje de justificativos. Esa es la parte que me parece atractiva de los villanos.
Desde hace unos años eres protagonista de varias películas argentinas que recorren el mundo y de alguna manera te has convertido en el rostro del cine argentino. Se disfruta de eso o tiene una carga?
Es como la popularidad. Hay una parte inmensamente disfrutable de ser reconocido pero tiene una contratara: difícilmente alguien pueda saborear algo demasiado tiempo que esté relacionado con la falta de anonimato. Los seres humanos pugnamos por salir del anonimato como si la notoriedad fuera el premio máximo. Y no lo es. La notoriedad es nociva, es tóxica. Creo que uno de los mayores valores de la vida es disfrutar del anonimato. Son las trampas de este oficio. Es un oficio que tristemente se nutre de mucha vanidad, egolatría. Estamos muy pendientes de qué se dice o qué no se dice. Si les gustamos a no a la gente. Es inherente al oficio porque es un trabajo de exposición pública. La notoriedad no puede ser el máximo objetivo porque es una trampa. Y si alguien se lo cree, pierde.
Pero creo que ha habido un cambio dentro de tu carrera. Has dejado de ser un rostro más de la farándula y has pasado a ser un actor respetado, con una filmografía valiosa.
Creo que no habría que buscar la explicación. Y no es falsa modestia. Siempre lo digo, y difícilmente me toman en serio, tiene que ver con una serie de factores. Yo no creo en los número uno. No creo en los rankings. Eso no existe. Es una trampa publicitaria que nos la creemos. Creo que soy un buen actor. No creo que sea el mejor, pero tampoco lo quiero ni pretendo serlo. Sé que hay unos terrenos en los que me defiendo mejor que en otros. Hay otros en los que necesito aprender mucho. Y hay que saber también que en una película todos tenemos la misma importancia. Hollywood creó la fábula de que si viene Greta Garbo todos nos callamos la boca. Esas son las cosas que Hollywood crea para vender sus películas. Películas que nos venden mucho antes de producirlas. Lo más importante en una película es la idea, después el guión y más tarde el equipo. Y si tenemos la suerte de que la cabeza del equipo sea un director con la capacidad de dirigir al equipo con una mano abierta pero firme, estamos en un buen proyecto. No hay nadie que pueda ser buen actor si un compañero no quiere que lo sea. Nadie.
Qué significa un homenaje?
Bueno, pusiste el dedo en la llaga. Soy enemigo de los tipos que aceptan que se les haga un homenaje. Ocurre que hay situaciones particulares. Fui invitado generosamente a ser parte de este festival y también a hacer una cosa con la que sueño desde que nací. Que es conocer Cusco y Machu Picchu. Pero por razones de agenda, no podré viajar y me quedé solo con el homenaje. No estoy hecho para los homenajes. No sé cómo moverme en este terreno. Me produce una gran incomodidad.
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