En su nueva apuesta teatral, Chela de Ferrari vuelve a un terreno que conoce bien: el de los clásicos. Pero en este caso de un clásico que calza con sus ideas teatrales y que le permite explorar en las emociones humanas. Se trata de "Cyrano de Bergerac", una pieza muy querida y ampliamente explorada. Se ha representado cientos de veces alrededor del mundo, se adaptó a la ópera, ha llegado al cine al menos en dos oportunidades dignas del recuerdo e incluso fue abordado por Mr. Magoo en la inolvidable serie de dibujos animados. De otro lado, ha sido adaptado tres veces al teatro musical sin mucha suerte.
Lo cierto es que la obra de Edmond Rostand es un excelente ejemplo de un material que no envejece con el tiempo, cuyo discurso sigue vigente en la sociedad occidental y que además ofrece las posibilidades de lucimiento a sus actores, especialmente a quien interprete el papel estelar. José Ferrer, Gerard Depardieu, Christopher Plummer, Derek Jacobi, Plácido Domingo, Roberto Alagna y Kevin Kline han sido algunos de los intérpretes que han dado vida al entrañable Cyrano, aquel gascón heroico y temido, gentil y divertido, atormentado por el tamaño de su nariz. Así, Cyrano es la columna vertebral de la obra y también su corazón.
Chela de Ferrari aborda "Cyrano de Bergerac" con tacto y buen gusto. Los elementos escenográficos cumplen casi a plenitud con las exigencias del drama. Los movimientos escénicos son bastante apropiados dadas las dimensiones del escenario. Pero donde la directora asume un riesgo bastante mayor es en el tono del relato. He visto varias versiones en teatro y cine del tema y siempre entendí la obra como una tragicomedia, donde el acento estaba justamente en el buen humor de su protagonista. En ese ingenio agudo y brillante, capaz de encender la furia del adversario y arrancarnos carcajadas. Claro, detrás de ello, la enorme frustración de un hombre enamorado y solitario. Chela de Ferrari nos cuenta la historia de Cyrano con un tono bastante más triste, incluso con notas de pesimismo. Y a ello contribuye el tono del montaje en pleno: los colores de la iluminación y el vestuario, los elementos decorativos, e incluso la salida final de los actores para el aplauso de rigor.
Siempre es interesante que un director nos ofrezca su propia visión del drama o la comedia que asume. No hay una verdad absoluta con respecto a una obra y corresponde a cada realizador ofrecernos sus puntos de vista. Muchos naufragan en sus intentos y otros consiguen revitalizar piezas que creíamos perdidas u obsoletas. Chela de Ferrari conduce a sus personajes hacia un cuadro de nostalgia y tristeza que nos emociona en gran parte.
El tono melancólico de este montaje encuentra en Paul Vega a un aliado incondicional. Su Cyrano es trágico, de comienzo a fin. Y aunque podemos extrañar en algún momento –sobre todo en la primera parte– las ideas preconcebidas que tenemos sobre el personaje (alimentada por algunas actuaciones que consideramos maestras) su interpretación tiene la solidez de sus mejores trabajos. Me habría gustado verlo reír más, pero esto es una afirmación personal y totalmente subjetiva. Lo que nos ofrece es suficiente para colmar el escenario con una personalidad escénica ganada a base de un trabajo constante. Vega es sin duda uno de los mejores actores de su generación y sabe asumir el reto que hoy le toca.
Menos acertada encuentro a Melania Urbina como Roxana. Resulta un tanto mecánica en su aproximación a las emociones de su personaje y ello se deja ver en las inflexiones de voz demasiado obvias: pena, alegría, dolor… No ofrece un trabajo muy emocional y por ello su Roxana resulta previsible.
En cuanto a Miguel Iza debo reconocer que en esta ocasión el personaje le sienta bien. Aunque he seguido su carrera con atención sus trabajos me parecían un cierta forma afectados, por supuesto con rotundos aciertos. Y en esta oportunidad logra nuevamente una creación muy digna, que se materializa del todo con el vuelco que ofrece el personaje en la última escena. Su solidez radica justamente en hacer creíble ese cambio. Lo mismo sucede con Rodrigo Sánchez Patiño, que nos ofrece un Christian bastante cercano al espíritu de la obra.
El resto del reparto cumple con la tarea de ofrecer un marco vital a los protagonistas. Los gascones componen escenas muy logradas, retratando una camaradería que parece real aunque no todos los actores tengan el mismo nivel. Pero Chela de Ferrari se encarga de que ese desbalance no sea evidente para el espectador.
"Cyrano de Bergerac", de Edmond Rostand. Dirigida por Chela de Ferrari. Con la actuación de Paul Vega, Melania Urbina, Rodrigo Sánchez Patiño, Miguel Iza, Ricardo Fernández, Pietro Sibille, Carlos Cano, Alonso Cano, Elena Bentín, etc. Teatro La Plaza iSIL, Larcomar. De jueves a martes a las 8 p.m. Domingos a las 7 p.m.
2 comentarios:
sin duda alguna, la plaza isil es el referente mas visible del boom del teatro nacional. jovenes directores, creativos, buenas puestas en escenas que mejoran año tras año y excelentes actuaciones. tambien deberian dar cabida a jovenes actores. paul vega y rodrigo sanchez patiño son ya caseritos. que bueno que de una forma u otra rindan homenaje a actores reconocidos invitandolos por temporadas. deberia ser mas segudio.
se hacia extrañar señor servat. sin duda alguna, usted es el mejor critico de cine y teatro de nuestro país. con amplios conocimientos en ambas ramas del arte dramatico. ojala se anime a tratar temas relacionados al cine tambien por aqui. aun recuerdo su tan visitado blog La soga.
felices fiestas,
lucas
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