jueves, 25 de abril de 2013

“Deseo bajo los olmos”, de Eugene O'Neill



Por Alberto Servat
La Escena del Crimen

En la historia del teatro del siglo XX la dramaturgia estadounidense ha jugado un rol decisivo. No solamente creando un epicentro de creatividad y vanguardia en Nueva York, sino reestructurando el drama mismo y su sentido sobre el escenario. A ello contribuyeron principalmente dramaturgos como Arthur Miller y Tennessee Williams, y anteriormente a ellos un nombre único: Eugene O'Neill (1888-1953), autor de “El emperador Jones”, “Anna Christie”, “The Hairy Ape”, “Extraño interludio”, “A Electra le sienta bien el luto” y “Largo viaje del día hacia la noche”, entre otros títulos. Cada una de estas obras reflejaron no solamente una vocación especial para crear historias sobre las tablas sino también un profundo conocimiento de los seres humanos, sus frustraciones, necesidades y alegrías. En muchos de estos dramas puso mucho de sí mismo, de sus parientes y amigos, subrayando un sólido y duro punto de vista sobre su propia naturaleza.

En el universo de O'Neill los hombres buscan desesperadamente salir de la marginalidad en la que se encuentran inmersos y muy pocas veces lo logran. Todo lo contrario, eligen caminos erráticos llevados por una pasión que los desborda y destruye. Es lo que sucede con los protagonistas de “Deseo bajo los olmos”.

Obra de grandes dimensiones, “Deseo bajo los olmos”  alcanza niveles épicos, llevando a sus protagonistas por un camino que va de una atracción sexual primaria, casi animal, hacia la pasión absoluta y destructora. No hay más ilusión una vez consumado el deseo, solo un inevitable descenso hacia un infierno creado por sus propias debilidades. Porque a diferencia de sus modelos (los grandes títulos de la tragedia griega y específicamente “Hipólito”, de Eurípides) el destino de los protagonistas depende exclusivamente de sí mismos. No se trata de un castigo de los dioses ni de un juego de las Parcas. El hombre es verdugo de sí mismo.

En Broadway y Hollywood

“Deseo bajo los olmos” se representó por primera vez en Nueva York el 11 de noviembre de 1924. Se trataba de una obra en tres partes, ambientada en la granja Cabot, en algún lugar de Nueva Inglaterra en la década de 1850. El primer montaje estuvo a cargo de la compañía The Provincetown Players, con un reparto encabezado por el gran Walter Huston en el papel de Ephraim Cabot. Como era de esperarse la obra causó un impacto tremendo pero Broadway solamente volvió a ponerla en escena en dos oportunidades más, en 1952 y en el 2009. Karl Malden y Brian Dennehy tuvieron la tremenda responsabilidad de interpretar al patriarca Cabot, respectivamente. Y digo tremenda porque ya entonces se hablaba de la interpretación original de Walter Huston como definitiva. Y es que es Ephrain Cabot el centro de gravedad de la obra. Solamente alcancé a ver a Dennehy en escena y sin duda su interpretación fue la columna vertebral de un montaje sexualmente sobrecargado. Su interpretación tocaba todos los matices de la prepotencia, la furia y el poder. Frente a ello el temor de los amantes resultaba real, reafirmando su animalidad frente a los artificios de la escenografía. Ese fue el principal acierto del director Robert Falls al retomar una obra tan importante y difícil a la vez.

Cuando Hollywood decidió adaptar “Deseo bajo los olmos” en 1958 el viejo código de censura seguía vigente. De manera que todo el asunto recibió un nuevo tratamiento. Si para entonces hablar de adulterio e incesto estaba prohibido, el asesinato de un bebé era impensable. De manera que el argumento se vio fuertemente alterado en beneficio de una historia menos apasionada y de un romance más convencional al servicio de Sophia Loren y Anthony Perkins. La elección del veterano Burl Ives para el papel del padre es probablemente el único acierto de una película que traicionó cada línea del drama de O'Neill. Y aunque la película pasó al olvido creó un problema porque alteró seriamente el concepto y la idea sobre Abie, que pasó a llamarse Anna en el guión de Irwin Shaw.

En la obra original Abie no necesariamente es una mujer atractiva y mucho menos una seductora. Es simplemente una mujer. La hembra de la especie. Y se introduce en un mundo de hombres no solamente en constante celo sino necesitados de afecto. De allí el constante recuerdo de la madre. Sin embargo, la interpretación de Sophia Loren cambió el destino de Abie/Anna y en los montajes sucesivos en América y el resto del mundo, se optó casi siempre por una actriz de gran atractivo sexual.

En el Perú

“Deseo bajo los olmos” se estrenó hace unas semanas en el teatro del Instituto Cultural Peruano Británico de Miraflores, bajo la dirección de Marisol Palacios. Se trata de un montaje muy hermético en el que no solamente se ha reducido la duración del drama sino que se ha compactado la estructura, eso sin alterar el argumento.

Sin duda la adaptación ha debido plantear muchos retos a la directora y su equipo. Porque al reducir el texto y saltar las pausas indicadas en el libreto original, que dividen la obra en actos y los actos en escenas, se está creando un nuevo ritmo y con ello una nueva aproximación a las emociones y vivencias de los personajes. Marisol Palacios hace uso de sus mejores recursos y ni por un momento pone en peligro la veracidad del discurso. Todo lo contrario. Allí está el drama, o la tragedia, como prefieran etiquetar a la historia.

Tal vez resulte muy brusco el paso entre los primeros sentimientos de atracción y el amor real. Como espectador podemos sentir cierta sorpresa al ver a los amantes verdaderamente enamorados de un momento a otro. Una evolución más contenida podría haber resultado más apropiada aunque la decisión siempre es del director.

El reparto camina siempre al filo de la navaja. Alberto Herrera no tiene la fuerza ni la autoridad que Cabot requiere. Se mantiene casi a un lado del drama sin aportar demasiado nervio ni convicción. De manera que hay un desequilibrio entre su presencia y el temor que pudiera causar. Es a partir de ello que los parlamentos del resto de personajes resultan, muchas veces, exagerados ante su presencia. Aquí hacía falta una contundente exhibición de machismo patriarcal. De violencia física y pesadez emocional.

Bastante más entregados a sus personajes se encuentran Omar García y Tatiana Astengo. Lejos de amilanarse frente a las exigencias del montaje, ambos consiguen desatar la pasión que la obra sugiera desde el título.

Tatiana Astengo, habitualmente una buena actriz de cine y televisión, explora en su propia condición de intérprete en un terreno que había dejado hace un tiempo. Sobre el escenario parece tratar de equilibrar sus ideas sobre Abie con su propio físico. Es una actriz acostumbrada a expresarse principalmente a través de primeros planos. De manera que debe asumir el reto de actuar con todo el cuerpo. Es aquí que una de sus principales virtudes, expresarse verbalmente con naturalidad, le supone una fuerte prueba. En el teatro la naturalidad del cine a la hora de hablar no siempre viene al caso. Pero Tatiana se las arregla para calzar en gran medida y hacer creíble su Abie.

Gran sorpresa nos da Omar García, quien sin ser lo joven que exige el papel de Eben Cabot, logra convencernos poco después de aparecer en escena. Su pronunciación es honesta, como la mayor parte de sus emociones. Desde la simple excitación sexual con la sola idea de visitar el burdel del pueblo hasta la furia, el miedo y finalmente su desesperado amor que lo ha llevado a vivir un infierno. Su madurez emocional encuentra un correcto desarrollo sin parecer impostado o inoportuno. Un gran acierto haberlo elegido para este papel.

“Deseo bajo los olmos” se encuentra entre las apuestas más valientes de nuestro teatro en los últimos tiempos. Mérito de su directora y de todo el equipo que ha formado parte de esta producción.

“Deseo bajo los olmos” (Desire Under the Elms), de Eugene O'Neill. Dirigida por Marisol Palacios, con Alberto Herrera, Tatiana Astengo, Omar García, Alberick García y Emilram Cossio. Una producción del Teatro Británico. Va hasta el 20 de mayo. De jueves a lunes a las 20 horas, en el Teatro Británico, Jr. Bellavista 527, Miraflores.



1 comentario:

Anónimo dijo...

Tatiana Astengo no se acerca ni a la "corrección" en ese rol. Completamente exagerada, fuera de tono; además de que el desnudo no se justifica para nada. Terrible puesta en escena, inconsistente, ya hasta daba risa de lo mala que era.